Los orígenes.
La fundación de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular(1868) fue el inicio de un movimiento que buscaba resolver los problemas de la Educación Pública y especialmente de la instrucción primaria. Estas soluciones o propuestas provenían de la juventud idealista de la época: los principistas. Se proponía entonces la libertad de enseñanza, la gratuidad e igualdad, la creación de un Instituto de Educación Pública, Institutos Normales, Colegios de Enseñanza Superior y complementación de cursos de enseñanza agrícola e industrial; todo lo cual se cubriría con rentas escolares tomadas de la contribución directa.
Estas propuestas, incluidas en un proyecto de Agustín de Vedia plantearon un problema religioso, y el enfrentamiento con la Iglesia. Monseñor Jacinto Vera solicita a las Cámaras la desaprobación del proyecto, provocando el fracaso del mismo.
La Reforma Escolar.
El triunfo más espectacular en el camino de la modernización se logró durante el militarismo mediante una gran paradoja. El realismo político que se empezaba a infiltrar junto al positivismo filosófico en la generación principista hacia 1875 determinó la singular evolución ideológica de José Pedro Varela. Aún sabiendo que rompía deliberadamente con toda su generación y que se condenaba al repudio y el aislamiento de sus amigos liberales, José Pedro Varela ofreció sus servicios al gobierno dictatorial y logró que este aprobase la famosa Ley de Educación Común en 1877. Ella fue la base sobre la que descansó el desarrollo revolucionario de la instrucción primaria en la capital y en la campaña (desarrollo que para Varela tenía la doble virtud de eliminar la ignorancia y el primitivismo y fundar una auténtica vida democrática impidiendo para el futuro gobiernos democráticos como al que él estaba sirviendo).
A fines de 1877 funcionaban en todo el país 196 escuelas municipales con 17.541 alumnos inscriptos. Tres años después el número de escuelas públicas había ascendido a 310 y el de alumnos a 27.785. La Reforma Vareliana de cuyos tres principios fundamentales -obligatoriedad, gratuidad y laicidad- el gobierno solo adoptó por completo los dos primeros, constituyó la base cultural desde la cual partir para llegar a la modernización económica y política.
La labor educativa a cargo del Estado se completó a mediados de 1876 con el funcionamiento de las primeras cátedras de lo que sería la segunda facultad del país, la de Medicina (la primera y única desde la instalación de la Universidad en 1849 había sido la Facultad de Derecho).
Tomado de: José Pedro Barrán, Benjamín Nahum: "Historia Rural del Uruguay Moderno 1851-1886".
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