Aclaraciones: No es menester adherir a una división-visión dicotómica de la sociedad rioplatense que tendía una escisión cultural entre caudillismo-campo-barbarie y doctores-ciudad-civilización; esta escisión proviene de determinados núcleos doctorales y citadinos, propiamente decimonónicos con raíz en este contexto, y es llevado a la historiografía y la literatura por determinadas corriente en ambos márgenes platenses (Argentina-Uruguay) y pervive en la descripción histórica y el imaginario. Lo que se pretende es acercarnos a un contexto histórico específico determinado, desde todos los puntos de vista posibles, por lo que se tiene en cuenta es la elaborada y delicada descripción presente en estos textos.
Por otra parte la historia también se alimenta de las diversas formas de construirlas que se poseen en cada momento y lugar determinado.
El ambiente rural.
Autor: F. Ayerza Colección/Fuente: Colección Witcomb/AGN Fecha: Fines del siglo XIX. |
“A seis cuadras a la redonda de la plaza mayor se acababa la ciudad y comenzaba el desierto. Los caminos fraguosos y montuosos, casi desaparecían bajo las matas, malezas y pajonales. Un comercio desvalido y flagelado se movía por aquí tratando en vano de comunicar a Córdoba con los estados vecinos. (….)
Por esos campos vivía, indolente y díscolo, el gaucho malo cordobés. Si acaso necesitaba la carona o pellón para su montura, carneaba en seguida al animal de su conveniencia, sin preguntar de quien era. El churrasco de su almuerzo costaba una res al día. Comido su asado, continuaba la marcha nómade. Lo demás quedaba para podredumbre. Blanqueaban en los trebolares las osamentas de sus desperdicios.
Se divertía en el pago en jugar a la taba, en beber y en cantar. Tenía muchos hijos, pero no conocía a ninguno. El tampoco supo quien fue su padre. Si le buscaban pendencia se dejaba encontrar de buen grado. Si le querían por las buenas, también se dejaba encontrar, porque era blando de corazón aunque duro de pellejo.(…)”.
“Se comprende que en medio de semejantes desiertos el caudillismo asumiera un poderío incontrastable. A días y noches de viaje alcanzábase allá por los confines de la tierra, alguna pobre población de influencia nula. (…)”
Ninguno de estos caudillos arrastra a los pueblos por sus mayores luces. No tienen una idea; apenas saben conversar. Todos son, exclusivamente, dueños de tierras y amos brutales del “siervo de la gleba”. El batallón feudal comienza siempre en peonada. Peonada fueron para comenzar los colorados de Rosas. Peonada los gauchos de López. Dénsele armas. Ya tendremos la montonera, y con ella veinte años de estéril historia nacional.
¿Cómo consentirá este caudillo analfabeto que Buenos Aires designe para sus pagos y señoríos gobernador intendente que no sea el? La estancia toma a sus ojos proporciones provinciales. Entonces pega el grito federal golpeándose la boca. Quiere para si la inmediata consecuencia de su privilegio montaraz; el mando, todo el mando; lo que se denominará mas tarde la suma de poder. Doma y hierra serán sus remedios para los pueblos. Doma y hierra y cuchillo en la garganta serán sus expedientes (juicios) cuando ose rebelarse alguno de aquellos varones del desierto (…)".
"Las espadas de la independencia se tiñen ya son sangre de hermanos. No hay orden. No hay crédito. No hay Congreso. No hay legalidad. No hay constitución. No hay patria. Las estancias del interior se proclaman reúblicas soberanas, porque así lo quiere el estanciero, y hasta mueven guerra las unas contra las otras. La economía pública va al descalabro.(…) Entretanto, desde las montoneras vuelan por el aire las boleadoras. Lo menos que ocurrirá es que ruede un general boleado"
Semblante de Don Juan Manuel de Rosas.
“El caso de las provincias se repetirá en Buenos Aires: la estancia vencerá al fin. El señor feudal de la campaña, el amo de los latifundios, se reirá socarrón del abogado. Dirá esta cosa simplísima y exacta: reconoced un hecho. El dueño de la tierra es el dueño de los hombres que las habitan. Admitid pues que yo mando.
Y se alzará Rosas.
Sarmiento tiene escrito: “Rosas y todo su sistema fue un aborto de la estancia; el tenía 200 leguas de territorio suyo; sus hermanos, amigos y generales reunían mas de mil".
Y comenzó la era del héroe del desierto, legítimo señor dinástico. Si es el héroe del desierto. Va a caballo. Va al galope. Viste de rojo. Mueve un formidable lazo al viento. Así se puede domar un potro en la pampa. Mas según lo demostrará su ciencia gaucha, así también se gobierna una República sin población ni propiedad. Se la piala, se la enfrena, se la marca. Y se gobierna….".
Textos tomados de: Capdevilla, Arturo: "Las Vísperas de Caseros", Ediciones El Elefante Blanco, Buenos Aires, Argentina, 1998.
Imágenes tomadas de: http://galerias.educ.ar
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