El camino tomado en los techos de la Capilla Sixtina, que concede exclusividad total a la figura humana, seguirá presente en las siguientes obras pictóricas del artista. En 1534 se traslada definitivamente a Roma; de 1536 a 1541, se dedica a pintar el Juicio Final en la pared del altar de la Capilla Sixtina y de 1542 a 1550 los frescos de La Crucifixión de San Pedro y la Conversión de San Pablo en la Capella Pasolina del Vaticano. A diferencia de todas las representaciones sobre el Juicio Final de los siglos anteriores, la de Miguel Ángel que ocupa toda la pared del altar, parece una visión del fin del mundo, en la que la luz no consigue vencer a las tinieblas. Con esta obra Miguel Ángel traspasó los límites de lo permitido por la Iglesia de la época. Los desnudos de las figuras produjeron tal escándalo, que en 1559, a petición del Papa Pablo IV, Daniele da Volterra , dio los primeros retoques a los frescos, los cuales todavía serán alterados en cuatro ocasiones más.
En los últimos 20 años de su vida Miguel Ángel se ocupa cada vez más de proyectos arquitectónicos: en 1546 se encarga de la construcción del Palazzo Farnese y comienza los planos para la remodelación de la Plaza del Capitolio; un año más tarde se le confía la dirección de las obras de la Basílica de San Pedro, que sus discípulos realizaron siguiendo su modelo.
Miguel Ángel se liberó de las ataduras de la tradición como ningún otro artista había hecho antes, con lo cual concedió al arte un mundo entero de nuevas posibilidades expresivas. Antes que él, ningún artista había plasmado en su obra hasta tal punto sus vivencias y sufrimientos personales. Con Miguel Ángel aparece un nuevo tipo de artista. La ampliación de las posibilidades de expresión, el desmantelamiento de las tradiciones, que si bien ataban, también servían de punto de referencia, todo esto trajo consigo daños incalculables y Miguel Ángel lo entendió mejor que cualquier artista de su época".
"Sería imposible para cualquier artesano o escultor, no importa lo brillante que sea, superar la gracia o el diseño de esta obra, o tratar de cortar y pulir el mármol con la habilidad que Miguel Ángel muestra. La Piedad fue una revelación de todas las potencialidades y la fuerza del arte de la escultura. Entre muchas características bellas, esto está demostrado por la belleza del cuerpo de Cristo mismo.
Sería imposible encontrar un cuerpo que muestre el dominio del arte y la posesión de los miembros más hermosos, o un desnudo con más detalle en los músculos, venas y nervios que se extienden sobre su armazón de huesos, o un cadaver más mortal. La expresión hermosa de la cabeza, la armonía en las articulaciones, las piernas y el tronco, y la finas tracerías de las venas, son tan maravillosos que es difícil de creer que la mano de un artista pudiera ejecutar esta obra tan inspirada y admirable, tan perfectamente y en tan poco tiempo. Sin duda, es un milagro que un bloque de piedra sin forma, pueda haber sido reducido a una perfección que la naturaleza es apenas capaz de crear en la carne".
Giorgio Vasari, La Vida de los Artistas, Publicado en 1550.
Un artista temperamental....
"..Es terrible, como ves, no puedes hacer nada con él", estas son expresiones del Papa Julio II que atestiguan el carácter de Miguel Ángel. De hecho todas las fuentes se refieren a él como poseedor de modales bruscos y groseros, de carácter difícil, de gran susceptibilidad e intransigencia, muestran las dificultades que muchas veces tuvieron sus relaciones con los demás. Se dice que no tenía alumnos, ni colaboradores constantes, y siempre utilizaba a los chicos de su taller como sus asistentes. La enemistad entre él y Leonardo da Vinci es famosa. Había más de 20 años de diferencia de edad entre ellos. Al regresar a Florencia, a los 50 años de edad, estaba seguro de recuperar el lugar que le correspondía en el ambiente artístico. Fue recibido con honores, pero no contaba con el ascenso de Miguel Ángel, que estaba en boca de todos y había recibido el encargo para realizar El David. Se dice que Leonardo y Miguel Ángel se cruzaron un día en el puente de Santa Trinità. Leonardo, acompañado por amigos, se niega a recitar un pasaje de la Divina Comedia de Dante, a lo que Miguel Ángel le dice que debía hacerlo, ya que tenía la costumbre de huir cuando no podía realizar algo como fue el caso del monumento a Ludovico el Moro, en Milán.
Fuentes:
La Pintura del Renacimiento, por Manfred Wundram.
Website con muy completos e interesantes datos del artista:http://www.michelangelo.com/buon/bio-index2.html
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