viernes, 8 de julio de 2011

Montevideo Colonial.

"Al comienzo de su proceso fundacional (1724-1730), Montevideo solo comprendía seis "quadras" de 100 varas castellanas (83 metros) "en quadro" cada una, "sobre la ribera del puerto" donde se asentaron los primeros pobladores venidos de Buenos Aires (1724). Luego del arribo de la primera colonización canaria (1726), por orden de Zabala fueron delineadas 26 quadras más por el ingeniero Domingo Petrarca, a quien se le encomendó también la confección y realización del plan de fortificaciones de la plaza; estas nuevas quadras ocupaban la parte alta de la península montevideana, dentro de un perímetro delimitado por las actuales calles Alzáibar -Solís. Más afuera, sobre las márgenes del arroyo Miguelete, los vecinos recibieron en 1727 y en 1730, sendas "suertes" de tierras para chacras, de 400 o 200 varas de frente sobre el referido arroyo y una legua de fondo; y en el año 1728 le fueron repartidas otras tantas tierras para estancias, sobre los arroyos de Carrasco, Pando y Solís chico, de 3000 varas de frente, y una legua y media de fondo. Extendíase además otra zona llamada de "propios" destinada a la producción de rentas fiscales, y para la extensión futura de la ciudad".
Tomado de: Alfredo Castellanos, La vida cotidiana en 1800; en Enciclopedia Uruguaya.

“Hacia fines del siglo XVII resulta ostensible el interés de Portugal por ocupar la costa septentrional del Río de la Plata, acción que concreta en noviembre de 1723, retirándose pocos meses más tarde.

A los efectos de poner freno al avance Portugués, la Corona Española encara el poblamiento de la Banda Oriental, creando dos frentes urbano-defensivos, uno en la frontera del Imperio y otro en la costa platense. Es precisamente integrando este último que se decide fundar la ciudad de Montevideo, en su estratégica ubicación de acceso al Imperio Español por la ruta de penetración fluvial.
El modelo urbano derivado de las Leyes de Indias, la ciudad-territorio, constituye una estructura definida por sus términos, que trasciende lo propiamente urbano. De este modo la ciudad es concebida como una unidad económica conformada por el casco urbano propiamente dicho, donde se asientan la habitación y las actividades urbanas y un territorio aledaño que le sirve de sustento económico, defensa y posibilidades de crecimiento”
Tomado de: Liliana Camona- María Eugenia Gómez: “Montevideo, Proceso Planificador y Crecimientos”, Instituto de Historia de la Arquitectura, Facultad de Arquitectura, Universidad de la República, Montevideo.
Crecimiento de la Ciudad:
* 1738, "tendrá al presente poco más de 100 vecinos..";
* 1743, Gobernador de Buenos Aires Ortiz de Rosas le asignaba 154 vecinos;
* 1757, primer Gobernador de Montevideo Joaquín de Viana, fija su población en 1.933 habitantes, distribuidos en 173 casas, 86 chacras, y 115 estancias,
* 1769, se estima en 3.474 almas;
* 1778 según el Padrón general levantado por el Cabildo la hacía ascender a 4.270 habitantes y 920 casas;
* 1780 un Padrón eleva los habitantes a 4.681;
* 1789 se calcula en 6.516 habitantes;
A comienzos del siglo XIX, Félix de Azara señalaba una población de 15.425 habitantes, para Montevideo y su ejido.


"No han pasado veinticinco años de la época en que solo se veían algunas chozas". "Hoy es una pequeña ciudad que se embellece día a día". Luis de Bougainville, 1763.


¿Como eran las primeras construcciones?
"Todas las casas se fabrican ahora de azotea, con vistosas cornisas, remates y chapiteles muchas de ellas; se les ponen maderas del Paraguay, que son de duración inmemorial, y de gran consistencia para sostener sin movimiento el peso de las tejuelas y argamasas que se hace con cal de piedra, de que hay cuatro caleras en la Sierra (Minas)". "Los balcones de hierro para las casas de alto, y las rejas pàra las ventanas de la calle, son ya comunes, y por ellas no se pueden dar a conocer las casas, que se daban a conocer en otro tiempo (..). En estas se tiene el gusto de poner en los patios emparrados de uvas moscateles, y de uvas negras".  José M. Pérez Castellanos, 1787.


La ciudad colonial... a la luz del farol.
"Figurémonos una población en tinieblas, con más huecos, zanjas, albañales, estorbos y desperfectos que otra cosa; en que para salir de noche era preciso hacerlo con linterna, para evitar tropezones y caídas, por cuanto uno que otro farolito en la puerta de alguna esquina, que desaparecía al toque de ánimas, en que todo se cerraba, no suplía la necesidad del alumbrado en las calles". Isidoro de María.
En 1795 el Cabildo saca a pública subasta el servicio de alumbrado de la ciudad. Los asentistas adjudicatarios la dotaron de altos faroles de hierro y cristales, de forma ovalada, adosados a la pared por largos pescantes también de hierro, a razón de tres faroles por cuadra; la iluminación se hacía con velas de "buen sebo de pabilo correspondiente al grueso que tenga la vela".


El servicio de agua potable...
Al proceder al cerramiento de la plaza, quedaron dentro de esta las más antiguas fuentes de agua potable de la ciudad, pero insuficientes por si solas para el consumo del vecindario. Fuera de muros se hallaba la más famosa de las fuentes montevideanas, la de Canarias, en un arenal a medio tiro de cañón al noreste del Portón viejo, situado este a la altura de las calles 25 de Mayo y Juncal; "sus cristalinas aguas, aunque escasas son muy delgadas, digestivas, nutritivas, y de otras virtudes excelentes", testimonia un funcionario real en 1784.
"Se conduce el agua en carretas pequeñas, tiradas de dos bueyes, con un tonel que hará como pipa y media catalana (700 litros aproximadamente); habrá hasta 30 de ellas, y se introdujeron este año por mandato del gobierno, que prohibió los carros toscos que antes se usaban, perjudiciales a las calles por su enorme peso, y mala disposición de ruedas que, unidas firmemente al eje, no podían dar vuelta sobre él, de suerte que al dar la vuelta arrancaban las piedras y arrollaban al terreno". 

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