sábado, 30 de junio de 2012

Carlos II, "El Hechizado".

Carlos II ataviado como Gran Maestre de la Orden del Toison de Oro, 1677 (autor  Carreño de Miranda)
En la actualidad muchas veces se considera un sin sentido o algo vetusto estudiar la historia y la vida de los monarcas; muchas veces caemos en los relatos de las curiosidades, de las cosas extrañas y de las vidas extrañas que tuvieron, olvidando el contexto histórico, olvidando que fueron hombres y mujeres a los cuales les toco vivir otro tiempo y otras cosas... que a veces no tan distintas de las nuestras.

Carlos nació el 6 de noviembre de 1661, en un medio ambiente melancólico y triste producido por la muerte del heredero a la corona, su hermano el Príncipe Felipe Próspero. En esta situación el futuro de la Casa de Austria (familia a la que pertenecía Carlos) estaba muy comprometida, ya que sin heredero la sucesión no era segura y todo dependía de la salud del recién nacido. "Una salud que dejaba mucho que desear". La corte española ante esta disyuntiva decide ocultar el recién nacido a toda mirada indiscreta, lo que solo provoca rumores y sospechas. El rey Felipe IV, comprende entonces que debe hacer la presentación del joven príncipe en sociedad, para evitar suspicacias sobre la salud y el sexo del recién nacido (se rumoreaba que era niña y por eso ocultaban a el niño a la vista de toda la corte). Así se hizo, y sobre el pequeño niño el embajador francés realizó un retrato no tan acorde a los deseos españoles:
"El príncipe parece se extremadamente débil. Tiene en las dos mejillas una erupción de carácter herpético. La cabeza esta completamente cubierta de costras. Desde hace dos o tres semanas se le ha formado debajo del oído derecho una especie de canal o desagüe que supura. No pudimos ver esto, pero nos hemos enterado por otro conducto. El gorrito, hábilmente dispuesto a tal fin, no dejaba ver esta parte del rostro".
Esta visión, bastante negativa del joven Carlos, que puede ser producto de la exageración del francés, condice bastante con la realidad, ya que la debilidad de salud es algo que acompaña a Carlos durante toda su vida. Carlos, el último monarca de la Casa de Austria, "mostró siempre un aspecto miserable: padeció raquitismo y tuvo graves problemas de salud; el prognatismo típico de su familia -mandíbula saliente, por lo que no encaja la dentadura inferior con la superior- dificultaba la masticación y digestión de los alimentos, provocándole problemas gástricos.
Mariana de Austria,1675; retrato de Juan Carreño de Miranda (ver cita**)
Su falta de salud y las graves carencias señaladas condicionaron de forma negativa su educación, pese a los esfuerzos, que en este terreno realizó su madre, Mariana de Austria, quien hubo de hacerse cargo de la responsabilidad que suponía la misma, ya que el príncipe no había cumplido los cuatro años cuando falleció su padre, en el mes de septiembre de 1665. Dada la edad del heredero, se hacía obligada una regencia que afrontase la minoría del mismo. Pesaba entonces sobre su madre Mariana de Austria, "la responsabilidad de gobernar, un inmenso imperio, sacudido desde hacía décadas, por una grave y profunda crisis". Para este fin, la reina fue auxiliada por una Junta de Gobierno, en la que se hallaban representados todos los poderes del Estado: La Iglesia; la Aristocracia; la Milicia y los Consejos que configuraban el aparato administrativo, además claro esta, no podía faltar la presencia de un teólogo. Integraban así la Junta: los condes de Castrillo, presidente del Consejo de Castilla, y de Peñaranda, miembro del Consejo de Estado; el Marqués de Aytona, en representación de la nobleza del Reino;  don Cristóbal Crespí  de Valladura, por el Consejo de Aragón; el arzobispo de Toledo don Baltasar de Moscoso y Sandoval y el inquisidor general, don Pascual Folch de Cardona y Aragón, como representantes de la Iglesia".  Llamaron la atención notables ausencias en está Junta de Gobierno, faltando la presencia del Conde Medina de las Torres y Don Juan José de Austria, algo no tan ilógico teniendo en cuenta la animosidad de la Reina Regente contra estos individuos, el primero compañero de correrrías en la licenciosa vida de su marido (Felipe IV) y el segundo hijo ilegítimo del rey, único de los "bastardos" reconocido por el monarca. La Junta de Gobierno se reuniría a diario en el Alcázar Real y asesoraría a la Reina Regente en todos los asuntos relacionados con el gobierno monárquico. ** Cita: "Contando los 30 años, la Reina Regente cambió sus ricos vestidos por el hábito de monja", sin abrazar totalmente la vida monacal. "Su confesor, el reverendo alemán padre Everardo Nithard, fue nombrado por ella Consejero de Estado, Inquisidor General y Primer Ministro Secretario del Despacho, (...) lo que en suma le convertía en el hombre más poderoso del país, hecho que provocó el descontento general", sobre todo debido a que no era español. La solución al problema, fácil, Nithard fue nacionalizado español, así la Reina contaba con el apoyo deseado, en un ambiente político y general que en mucho le era hostil. Sin embargo esto no aplacó el descontento general, descontento que fue utilizado por Juan José de Austria, "que no se conformaba con el destierro impuesto, y menos con el papel que la Reina le obligó a cumplir como Gobernador de los Países Bajos, cargo que a todas luces servía para mantenerlo alejado de la corte", ya que su sola presencia molestaba la dignidad de la Reina quien además temía por las ambiciones de Don Juan José. Hacia 1669, la Reina ya no pudo sostener más a su protegido Nithard, sobre todo luego de la pérdida de Portugal (Paz de Lisboa-Independencia), y entonces suena la hora del "bastardo" y Don Juan José, a la luz de un ciego providencialismo, cabalga sobre la fama de otro Austria y marcha sobre Madrid reclamando la deposición de Nithard y reformas administrativas. Sin embargo, da la espalda al eco popular y a todos quienes habían depositado en el esperanzas, y una vez que obtiene todo lo requerido se retira y la Reina, exigiendo la disolución de su ejército en contrapartida, logra fortalecer nuevamente su posición.
El Rey Carlos, "el rey prisionero".
Juan José de Austria.
Según el testamento de su padre, Carlos debía ser declarado apto para el gobierno cuando alcanzase la mayoría de edad, a los 14 años, y esto ocurrió el 6 de noviembre de 1675. Ente la sobre-protección y ambiciones de su madre, entre encumbrados e intrigas, en un ambiente donde muchos se disputaban el poder frente a un futuro Rey que a ojos vista parecía incapaz de tomar el gobierno, Carlos es forzado a comenzar su mandato permitiendo la pervivencia de la Junta de Gobierno e incluso con la posibilidad de que su hermanastro Juan José de Austria se desempeñara como primer ministro. Esta posibilidad  se volvió realidad por un breve lapso de tiempo en 1677, cuando aprovechó el rechazo a otro protegido de la Reina para hacerse con el poder y "demostró tener buenas dotes de gobernante, legislando contra el lujo, regularizó el abastecimiento de los productos de primera necesidad, impulsó las Juntas de Comercio para reactivar la Economía etc." pero no logró sostenerse sobre todo luego de la pérdida del Franco Condado y una vez más la propia animosidad general que lo había colocado en el poder se vuelve en su contra. Fallece en la primavera de 1679, en medio de un clima hostil hacia su persona.
El Rey Carlos, dos veces esposo.
María Luisa de Orleans, Primera Reina Consorte.
Mientras tanto, el Rey se encontraba sumido en una de las prerrogativas que atravesarán todo su período de gobierno: la búsqueda de la sucesión. Dentro de un panorama bastante acotado de candidatas para el matrimonio, y luego de un largo período de negociaciones se arregla el matrimonio con María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV, haciéndose pública la noticia de la boda el 30 de junio de 1679 y llevándose a cabo por poderes el 31 de agosto del mismo año en Fontainebleu. Generalmente, las crónicas de la época pintan a un enamoradísimo rey y una princesa que intentó retrasar todo lo más posible el encuentro. De su vida en España luego del matrimonio se dice que nunca logró adaptarse a las costumbres de la corte española, que se mantuvo totalmente indiferente a sus intrigas, que gustaba de los paseos y la equitación, y que a contracorriente de las opiniones del ambiente, mantuvo buenas relaciones con su suegra, quizás tal vez por el poco interés que demostró hacia la política española.
"Pero pronto se aburre en la sombría corte española, tan pomposa, solemne y repleta de enanos y monjas. Y a pesar de haber aprendido el castellano con rapidez, y hablarle con soltura sin apenas acento no entiende el lenguaje teatral de Calderón de la Barca y de Moreto, cuyas obras suelen representarse asiduamente en la corte. Por si fuera poco, su afición a montar a caballo se ve frustrada por un desgraciado accidente en el cual fallece una de sus damas. Para matar el tiempo aprende a tocar la guitarra, visita conventos y acude de tarde en tarde a visitar a su suegra. Su única alegría reside en sus escapadas de palacio, para recorrer Madrid y dar limosna a los necesitados, lo cual provoca airadas protestas por parte de las encopetadas damas españolas que juzgan escandalosas sus excursiones. (...) vive estrechamente vigilada por los cortesanos, siempre pendientes de su posible embarazo y se encuentra condenada al aburrimiento. (...) Sin embargo la reina no queda encinta, debido tal vez más ante la incapacidad del Rey que la suya propia, no obstante ... se le administran continuamente brebajes y potingues contra la supuesta esterilidad, logrando quebrantar por completo su salud. Padeciendo toda clase de cólicos y trastornos intestinales (...) El Rey en su lecho se niega a abandonar a su esposa y permanece con ella durante sus últimos momentos de vida.. La pobre reina ha muerto a los 26 años de edad.
María Ana de Neoburgo, Segunda Reina consorte.
 "No fue una Reina popular" y muere sin dar un heredero al trono en febrero de 1689, debido, de acuerdo a las opiniones más aceptadas,  a un "golpe recibido al caer de un caballo", aunque circuló en ese entonces el rumor de envenenamiento. Inmediatamente se comenzó a barajar la necesidad de un nuevo matrimonio, decidiéndose en esta ocasión por una candidata alemana: María Ana de Neoburgo, hija del elector del Rhin del Palatinado.
"Es alta, metidita en carnes, robusta y de busto opulento, los ojos azules y un poco saltones, la nariz larga, el rostro pecoso y el pelo rojizo... siendo el hecho de que provenga de una prolífica familia (24 hermanos de los que sobrebiven 14) la condición que determine su elección. A fines de agosto de 1689, se celebra en Dusseldorf el matrimonio por poderes, encontrándose los novios, recién el 3 de mayo del año siguiente. Desde el momento de su llegada levanta una gran animosidad en contra de su persona, debido al favoritismo que dispensaba a los compatriotas alemanes que la acompañaban. Con María Ana había llegado "un numeroso séquito de alemanes, parte de los cuales constituían una caterva de ambiciosos que colaboraron, en no poca medida, a la pésima impresión que causó a los madrileños" la nueva soberana. Además claro, de una personalidad que tampoco colaboraría en nada: " ..demuestra ser propensa a accesos de cólera rayanos con la histeria; sometida a frecuentes cambios de humor, pasa de la euforia más intensa al abatimiento más profundo. Autoritaria, intenta imponer siempre sus criterios, llegando a protagonizar escenas inapropiadas a su rango cuando se le contradice (...) hay ocasiones en las que patalea, se araña y tira de los pelos, tirando al suelo cualquier objeto puesto a su alcance. Y con tal de no presenciar dichos accesos, el horrorizado Carlos la consiente en todos sus caprichos. La Reina "fingirá 12 embarazos, gracias a la complicidad de sus servidores alemanes...(...) casada con un hombre repulsivo y de costumbres vulgares, se mete de lleno en las intrigas políticas dando rienda suelta a su ambición y su codicia, rodeada de sus dos compinches favoritos, apodados "La Perdiz" (Baronesa von Berlipsch) y "El Cojo" ( Barón Heinrich von Wisser).


"El rey es más bien bajo que alto, no mal formado, feo de rostro; tiene el cuello largo, la cara larga, la barbilla larga y como encorvada hacia arriba; el labio inferior típico de los Austrias; ojos no muy grandes, de color azul turquesa y cutis fino y delicado. Mira con expresión melancólica y un poco asombrada. El cabello es rubio y largo, y lo lleva peinado para atrás, de modo que las orejas quedan al descubierto. No puede enderezar el cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a una pared una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia". Retrato de Carlos II, último monarca de los Austrias al cumplir los 25 años.


El Rey esta hechizado!
"Las damas le hechizan
los frailes le pasman
los lobos le aturden
los cojos le blandan"
La falta de heredero, promoverá sistemáticamente en la corte el rumor de que pesa sobre el rey un embrujo que lo condena a la esterilidad y la enfermedad. "Empieza de este modo una tragicomedia de exorcismos para expulsar los demonios que poseen a Carlos", luego de que ya se hubiese intentado con purgas, sangrías y enemas, la explicación más valedera, si se le puede llamar de este modo, fue de que el monarca estaba hechizado. Por lo tanto se debía buscar el origen de este hechizo y la forma de librarlo del mismo. Es entonces cuando llega a oídos de la corte la historia de unas monjas de un convento en Cangas de Narceo, que eran posesas por el demonio. Es así que el confesor del rey Froilán Diaz, más el inquisidor del reino Juan Tomás de Rocaberti y el vicario Antonio Álvarez de Arguelles que era quien dirigía el convento, pensaron que podían utilizar a estas monjas como intermediarias y lograr del mismísimo demonio la solución al problema del rey. De las confesiones que se extraen de estas monjas, se llega a asumir que el Rey si había sido hechizado, el vehículo o la forma había sido una bebida y más precisamente un chocolate que este había bebido en 1675 a la edad de 14 años, el cual se había hecho con ingredientes tales como "los miembros de un hombre ejecutado en la horca", "de los sesos para quitarle la salud y de los riñones para corromperle el semen e impedirle la generación"; hasta aquí el demonio venía siendo muy claro en sus respuestas, ahora cuando se le pregunta por el autor-a de dicho hechizo... ya no queda claro quien lo realiza ni los motivos, ni tampoco la forma exacta de curar al pobre Rey. Y así, entre exorcismos, purgas, amenazas de partición del reino por parte de monarcas extranjeros y competencia interna por diferentes candidatos.... la salud de Carlos se debilita cada vez más.. sin herederos se ve obligado a tomar una decisión. Firma su testamento a favor del duque de Anjou el 3 de octubre de 1700 y nombra al cardenal Portocarrero como regente de la monarquía el 29 del mismo mes, y esta fue la solución que permitió dentro de todo, mantener la unidad de los territorios españoles ante la voracidad y los pactos secretos de diversos países europeos. Su decisión será secreta hasta su muerte. "Pasa sus últimos días confesándose, comulgando y siguiendo con devoción las innumerables misas que se van celebrando, incluso en su propia alcoba, porque ya no se levanta de su lecho de enfermo. Le atormentan las pesadillas y cree que los frailes y cortesanos que le cuidan y le secan el sudor de su demacrada frente son demonios y brujas, que le venían atormentando durante tanto tiempo y que ahora salen de debajo de su cama. El 1 de noviembre expira, cuando le faltaban tan solo 5 días para cumplir los 39 años".
Carlos muere el 1 de noviembre de 1700, luego de que una salud  débil se viera agravada por el efecto de unas fiebres palúdicas contraídas unos años antes.
"Cuando se le practica la autopsia, se descubre que no quedaba en él ni una gota de sangre, producto tal vez del abuso de las sangrías con sanguijuelas, y que tiene un testículo completamente negro".
Epitafio del último Austria.
"Aquí yace Carlos II, rey de las Españas/que nunca hizo campañas/ni conquistas, ni hijos/Que así vivió durante treinta años/en que se vio reinar a tan buen príncipe,/tenía una salud tan escasa/que, por decirlo francamente,/solamente hizo su testamento".
Vista del Palacio Real de Madrid por Antonio Joli, 1752.
Panorama general de España al culminar el reinado de los Austrias.
"La situación interna de la Monarquía a comienzos  del reinado de Carlos II era la consecuencia de una larga y profunda crisis, cuyos orígenes hemos de buscar en el reinado de Felipe II. El rango de primera potencia mundial le había obligado a realizar grandes esfuerzos humanos y económicos, en muchos casos superiores a las posibilidades reales que se tenían. Bajo el reinado de Prudente y de su hijo y sucesor Felipe III, las dificultades pudieron sortearse, porque la llegada de grandes cantidades de oro y plata americanos había permitido, no sin dificultades, equilibrar el presupuesto y, cuando ello no fue posible, se acudió al empréstito e incluso a la declaración de bancarrota. Pero con la subida al trono de Felipe IV y la llegada al poder de un nuevo equipo de gobernantes, encabezados por Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, la situación llegó a niveles de extrema gravedad. Olivares entendía que el prestigio de una monarquía, cuyos intereses se extendían por todo el mundo conocido y con una extensión en la que no se ponía el sol, obligaba a la presencia de España allí adonde hubiese un conflicto, aunque en el mismo no se dilucidaran intereses estrictamente españoles. La Paz general que, con algunas excepciones, se impuso a Europa a comienzos del siglo XVII y que permitió un respiro a los esquilmados recursos de la monarquía toco a su fin, cuando concluía la segunda década de la centuria. En 1618, comenzó el mayor y más demoledor conflicto de la época, la Guerra de los Treinta Años, en el que España participó activamente, lo que a su vez conduce al país a un enfrentamiento con la Francia de Luis XIII y de Richelieu. No se renovó la tregua de los 12 años, firmada con los holandeses y que expiró en 1621 abriendo un nuevo frente de lucha que requería ingentes cantidades de hombres y dinero.
Aquella nueva fase bélica coincidió con un dramático descenso en la llegada de metales preciosos procedentes de las Indias, con lo que solución a las dificultades financieras hubo de afrontarse de forma diferente. Subieron los impuestos existentes y se aprobaron otros nuevos. Aquel incremento fiscal pesaba, además, sobre una población en crisis económica y demográfica".
Tomado de:
"La vida y la época de Carlos II el Hechizado", Barcelona, Ed Planeta, 1996, por José Calvo Poyato, Catedrático de Historia, Instituto de Lucena, Córdoba.
Artículo de Marina Alfonso Mola y Carlos Martinez Shaw, Profesores de Historia Moderna, UNED Madrid.
También se encuentran datos en los sitios citados como fuentes de las imágenes:
Imágenes de Carlos II, Doña Mariana de Austria tomada del sitio: http://reinadodecarlosii.blogspot.com 
Imágenes de Madrid, tomado de "Arquitectura pintada"http://micasaesmimundo.blogspot.com 
Imagen de Juan José de Austria: http://espanaeterna.blogspot.com/2011/04/juan-jose-de-austria-el-hijo-bastardo.html
Imagen de la Reina María Luisa de Orleans: http://pontescollection.blogspot.com/2010/09/1670-maria-luisa-de-orleans-rainha-da.html
Imagen de María Ana de Neoburgo: http://retratosdelahistoria.lacoctelera.net (cita con cursiva en su mayor parte corresponde a extractos tomados de este sitio).

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